Joan Laporta, que cuando Villar fue elegido como presidente de la Federación Española rompió el pacto de voto de la Liga de Fútbol Profesional, inclinada por aquel entonces a apoyar la candidatura de Gerardo González, acusa ahora a Jordi Roche de medrar contra Villar de cara a las inminentes elecciones de le RFEF. Si eso es cierto, que seguramente lo es, al menos en parte, no sólo queda muy claro que Roche trata de erosionar al presidente de la RFEF, poniendo al fútbol catalán –y por elevación a todo fútbol autonómico que se toma muy en serio los amistosos de Navidad- contra Villar. También sabemos que Laporta, o sea el Barça, estará incondicionalmente al lado de Ángel María Villar, lo que no sitúa al presidente azulgrana en esa dinámica de cambio y de relevar a los carcamales del fútbol por gente más joven y con nuevas ideas como él hizo en el FCB hace unos años. Digamos que a nivel nacional Laporta ve las cosas con otra perspectiva. Villar, a su juicio, encarna los valores que él mismo dice profesar en su club, que son modernidad, transparencia, eficacia en la gestión, regeneración de las estructuras y una apuesta por las nuevas generaciones.
Naturalmente Laporta es libre de votar en su propio nombre a quien quiera, pues los cargos en la junta directiva de la RFEF no lo son por representación de club sino a título personal, en este caso por amistad y compadreo por Joan Gaspart, su valedor e introductor federativo. Seguro que fue el propio Gaspart quien le tentó a hacer novillos en la última reunión de la RFEF, donde se iba a dar el ‘no’ al Catalunya-USA.
Para entendernos, en esta batalla no hay ningún sentimentalismo nacionalista por parte de nadie, sólo el politiqueo federativo porque se acercan las elecciones a la presidencia de la española y, en la trastienda catalana, una estrategia a más largo plazo para posicionar a Roche –su vicepresidente es Joan Castells- como un futuro candidato a la presidencia del FC Barcelona. Laporta detenta ahora mucho más poder, absolutista casi, que el pujante Jordi Roche, un ejecutivo que sí ha triunfado en su primera tentativa de asalto al poder en la Federació Catalana, demostrando una precocidad en el éxito que no tuvo Laporta en su pesados inicios como ‘elefante’. Curioso que les una tanta ambición y que Laporta prefiera apoyar a lo más retro y rancio del fútbol español en lugar de posicionarse al lado de los nuevos y más modernos dirigentes de la Federació Catalana.
De rebote, Villar habrá hecho por la Selecció de Catalunya lo que no han conseguido ni los políticos ni los dirigentes deportivos en los últimos años: recuperarla como un símbolo de las reivindaciones de autogobierno e independencia catalanas. Cuando a la Selecció le quedaban ya sólo dos telediarios, el partido contra USA y el de Navidad en Euskadi, llega la RFEF y consigue levantar a toda Catalunya en pie. Madrid, como siempre, mueve los hilos, esta vez con Villar en el papel de ‘bruja malísima’ y Laporta y Roche completando el elenco de títeres.
Naturalmente Laporta es libre de votar en su propio nombre a quien quiera, pues los cargos en la junta directiva de la RFEF no lo son por representación de club sino a título personal, en este caso por amistad y compadreo por Joan Gaspart, su valedor e introductor federativo. Seguro que fue el propio Gaspart quien le tentó a hacer novillos en la última reunión de la RFEF, donde se iba a dar el ‘no’ al Catalunya-USA.
Para entendernos, en esta batalla no hay ningún sentimentalismo nacionalista por parte de nadie, sólo el politiqueo federativo porque se acercan las elecciones a la presidencia de la española y, en la trastienda catalana, una estrategia a más largo plazo para posicionar a Roche –su vicepresidente es Joan Castells- como un futuro candidato a la presidencia del FC Barcelona. Laporta detenta ahora mucho más poder, absolutista casi, que el pujante Jordi Roche, un ejecutivo que sí ha triunfado en su primera tentativa de asalto al poder en la Federació Catalana, demostrando una precocidad en el éxito que no tuvo Laporta en su pesados inicios como ‘elefante’. Curioso que les una tanta ambición y que Laporta prefiera apoyar a lo más retro y rancio del fútbol español en lugar de posicionarse al lado de los nuevos y más modernos dirigentes de la Federació Catalana.
De rebote, Villar habrá hecho por la Selecció de Catalunya lo que no han conseguido ni los políticos ni los dirigentes deportivos en los últimos años: recuperarla como un símbolo de las reivindaciones de autogobierno e independencia catalanas. Cuando a la Selecció le quedaban ya sólo dos telediarios, el partido contra USA y el de Navidad en Euskadi, llega la RFEF y consigue levantar a toda Catalunya en pie. Madrid, como siempre, mueve los hilos, esta vez con Villar en el papel de ‘bruja malísima’ y Laporta y Roche completando el elenco de títeres.